viernes, 7 de abril de 2017

CUITAS Y OTRAS YERBAS

 Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeras.  Este rasgo de mi carácter creció conmigo.No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loca estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loca y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan segura estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a consumar el suplicio que había infligido a la inocente bestia.  " QUE ERA YO "...

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